De vez en cuando vuelvo, cuando estoy más herido.
Disculpa, no me lo tomes a mal. No quiero que este sea un espacio donde quede sólo record de tiempos fatales o de mi miserable capacidad de lidiar con la frustración. Pero más que cualquier otra formulación contemporánea y fugaz, este es mi nicho, mi corazón, mis cuatro paredes sin paredes.
Ahora vuelvo por que por primera vez se me hizo el corazón pedacitos, tan volátiles e inestables que el curador dice que es pérdida total, la pieza no sirve. Va a haber que fundirlos y moldear de nuevo.
Yo alguna vez deseé que el amor me despedazara, de nuevo. Y es por eso que vuelvo, quiero mostrarle al pingüino de las Alaskas y los quizases este amasijo de astillas que cargo dentro. Pero no es para advertirle, no creas que vengo a regañar al pasado, vengo con un trofeo en las manos. Un trofeo que arde y quema ¡Armen un banquete! ¡Que lo logramos, que salimos al mundo y construimos castillos donde sólo había agua condensada! Encontramos espejos y colchones, nos trepamos a las ancestrales narrativas, decididos que todo valía la pena. Con un pie volando y las manos en la nada nos aventamos al precipicio. Eventualmente tenía que venir el suelo. No se tardó mucho.
Nos paseamos, en un tour acompañado, por los inmuebles más post-estructura del yo. Sin tener si quiera que mencionar, los visitantes se percataron de los terceros ladrillos de lucidez compactados en versos sin esfuerzos. Tocaron las texturas efímeras y las coloradas también. Sin mapa ni walkman se aprendieron el camino a las cámaras de luz, a la azotea de remodelaciones y las nubes de miel. En concreto, tensaron las intangibles ligas que mantienen en pie esta estructura y otras ficciones.
Quizá eso se nos olvide, quizá eso pueda ser reemplazado en la narrativa. Pero ahora-justo-ahora el olvido es secundario, porque no sólo se percibieron los detalles, sino que se construyeron sueños y salitas de té. Sentires que parecían pensares de día. Idioteces que se volvían grillos de noche. Naciones que acogían pasados inmemoriales y futuros truncos. Desde hoy no sabemos cuánto de eso quede en pie, pero sabemos que importa. Que dimos a luz a voces nuevas, mamíferos nuevos, voces que pudieran hablar por las que han callado. Que importan por haber existido, por haber sido. Y no sólo fueron, fueron inefablemente gustosxs. Fue quizá el clímax de muchos performances.
Pero las visitas no pudieron, o no quisieron lo suficiente. Eso no nos toca saberlo. Y se fugaron, con los planos, copia de las llaves y muchos objetos valuables. Y duele.
Duele porque nos saltamos un latido del corazón. Duele porque se sentía como el alma de nuestra alma, porque entre los visitantes había animales irremplazables, voces inasibles. Duele porque las primeras visitas no se olvidan. Rompe porque ya no tenemos con quien jugar en estos jardines gaseosos. Y llegamos a pensar que nos íbamos a morir, que el aire se nos iba. Mandamos a unx valiente a verificar que las visitas, entre todo lo que se llevaron, no se hubieran robado, además de trozos del corazón, también los pulmones. Ahí seguían. Arde porque la casa productora ya había aceptado más y más guiones. Porque hay rasguños en la realidad que desangran el infinito mar de melancolía. Chinga porque no nos eligieron. Mata mañana tras mañana porque no está el mensajito al despertar. Me corta un brazo porque dimos todo lo que había, todo lo que teníamos para y podíamos dar, y quizá un poco más. Quizá dejamos en quiebra a las arcas de la voluntad.
Nos quebramos, las voces, cada que se atraviesan con nuestros ojos los suyos, no en el mundo material, sino aquí. Porque encima dejaron fantasmas. Fantasmas que de día deseamos sean corpóreos, y de noche que se hagan sal. Las noches solían ser las mejores, sin espectadores ni medición, los electrones podían comportarse como les viniera en gana. Ondx, partículx o indefinidx. La cama como institución y espacio del descubrimiento. La sobreinterpretación de los mensajes post-lingüisticos. La estimulación a través de los mensajes eu-lingüisticos. Nos deshizo saber que también se llevaron el calor de la complicidad y las palabras fáciles, el lubricante y/de la bobería.
Ahora-justo-ahora nos silencia saber que no hay una posible lista exhaustiva de todo lo que desapareció a su fuga.
Pero como voces que maduran y bosques quemaduras decidimos que así es mejor. Decidimos que entrar a estos, los terrenos de lo más íntimo, no basta. Aprendimos que queer(querer) con todo puede no ser suficiente. Sabemos, ahora, que amar no es sólo tomar de las manos, sabemos que no sólo por ser un querer sincero es uno que acaba bien. Economizamos que no todos los costos son conmensurables con los beneficios. Y que los amores que no se pueden vivir en el aquí y el ahora, no se viven. Nos hemos vuelto ecologistas empobrecidos, con ríos contaminados de recuerdos, aire erosionado por las ansiedades y enfriamiento global.
Mata que no agotaran sus recursos para solventar la degradación.
Es así como vuelvo, a la casona con puertas sin esquinas. La cortesana retirada me acaricia las heridas abiertas y me seduce con sus bailes narrativos. El escenario tiene las luces prendidas y la música está por acabarse. Son percusiones que anuncian muerte. Me enrosco en los brazos de todos los cuerpos hablantes que se desdoblan ante mi, herido de muerte, pero vivo. Sosteniendo fuertemente las astillas, afianzando hasta con las uñas los clavos oxidados, presionando contra mi sangrante pecho el trofeo con el que regreso.
Gracias pingüinos, Hermanas, hermanxs, almas.