Tú vuelves, yo no sé

Posted by I'm the penguin | Posted in | Posted on Monday, September 10, 2012

Eternamente enamorada del desencanto, ella habla de su hogar con minucioso detalle, de sus recuerdos ensayados y sus leves sentires; con la esperanza de algún día borrarlos por completo, y en vez llenar su narrativa con las ideas que evoca en los extraños. Y entonces se convertiría al fin en ella, y no en una construcción flotante.


Siempre vuelve a casa.

Yo quiero volver, siempre. Pero no me animo a tocar la puerta. Me siento como la cortesana retirada que ve al escenario con un dolor sutil y un tanto amargo. Sabe que algún día le perteneció, dejó el alma allí arriba y cada noche recibía una fuente de rosas, si no de la clientela al menos de ella misma, se sabía un cuerpo libre. Ahora, ni de chiste podría salir bien librada de esos estrepitosos saltos de corazón, estirar el pudor detrás de la cabeza o abrir las piernas hasta abrir una cuarta dimensión del espacio. Ahora sólo ve de lejos al escenario empolvarse.

Lo más triste es que sólo imaginó esos bailes, y aún así sabe que no los podría volver a repetir. Los tendones de su júbilo se han vencido.


Yo como la cortesana, sólo veo de lejos la puerta. Prefiero quedarme fuera. Escribir una notita, dejando dicho que no dormiré hoy en casa. Después le cuento al papel a cerca del terrible reino del patriarcado, del imperio transversal que la razón ha decretado, excomulgando por siempre a la emoción a un terreno de fulgor mágico, de snobismo de queso rancio, de intelectualoides pedantes. Pero el papel sólo me ve y no dice nada, piensa que no entiende, pero el que no entiende soy yo. Me desesperanzo, arrugo la notita y vago por la puerta, buscándole esquinas a sus curvas.

No sé hermana, de cómo hablar de amor. O de enamorados. De historias tormentosas por las que vale la pena dar la vida. Crueles desgarros que destrozan a una persona sin volverla a dejar ser feliz. Días de eterno delirio, maldiciones de vivir en éxtasis hasta que el vacío se consuma por el todo. Ósculos que dejan esquimosis. Barbas que dejan huecos. No sé hablar de eso, pero si tuviera que hacerlo como Calvino habló de todos lo amores, osea los dificiles, creo que lo haría como lo hace al hablar de todas las ciudades.

Yo vivo en las sutiles, las se suspenden sobre abismos y llevan vidas menos inciertas que otras, pues ellas saben que las ligeras redes que las sostienen llegarán a un límite. Y entonces pienso en mi interminable disyuntiva, aún no sé decirte hermana, si sufro del insoportable peso de los sentires; o la levedad. Creo que el eterno retorno no es lo peor que me puede pasar, es posible que no sólo prediga que todo seguirá repitiéndose, sino que quizá mejorará. Repetir el mismo procedimiento, esperando diferentes resultados, es sólo una premonición auto-realizada de éxito, qué no?

No sé si es un paraíso o una prisión. Eso lo juzgará, supongo, una narrativa posterior.

Es como si fuera un viaje en bote de remos. Nos adentramos en un lago muy tranquilo mientras amanece, el Sol no es un símbolo, sólo iluminación. Hueles el rocío en tus zapatos y oyes ligeramente las pequeñas ondas rebotar en el bote. Y luego está ese vibrar mudo que tienen los cuerpos de agua provocado por su incesante toqueteo con el aire, caricias que no se terminan de consumar. Hasta que su deseo vence la física, y en un arrebato pasional se mezclan violentamente queriendo dejar cicatrices en el otro. De huella sólo dejan pequeñas burbujas que salen del agua: sutiles, casi invisibles y prácticamente sugestionadas.

Y entonces volteas a ver al cielo iluminandose. No al infinito. No a al vacío, no a ti mism , no a las preguntas. Al horizonte. Y no ves fin.

Y sólo escuchas ese sonido que hacen los reflectores del teatro. Pero aún no sabes distinguir si es porque se encendieron o es que ya se apagaron.

Comments (1)

Adorable.

You see what I see.

I apologize, I understand spanish, but I cannot speak.