Entonces empezó, la limpia de cada año. La escrutante y despiadada limpieza de primavera. La abuela, como cada año nos ponía a todos a lavar y fregar pisos, cambiar el agua cada tres lozas y barrer siete veces cada cuarto, para la buena suerte, decía. Teníamos que sacar la cochambre y la angustía alojada en la sala, por alguna razón a mi papá le fascinaba regañarnos allí, la mesita de centro necesitaba una aceitada, los recuerdos a gritos alcoholicos no le sentaban bien. La cocina había que darle muchas pasadas con el trapo, ahí la abuela se exedía con el rompope y nos ponía a todos a expiar sus culpas con cloro, y claro también quitar la grasa pegada, se alojaba y era tan dificil de quitar como las falsas pretenciones que manchaban las apredes de la casa entera.

Los cuartos eran asunto de cada uno, el polvo y piel muerta porducido eran tan culpa del inquilino como los arranques de depresión o euforia que tomaran lugar ahí, siempre dejaban mancha. En mi caso tuve que limpiar las manchas que quedaron en la pared de los posters que una vez puse, también sacudir muy bien los muebles por eso que les quedara la sosobra acumulada del año. Las cortinas era algo que haciamos entre todos, uno siempre se tiene que asegurar que el testigo de tanta cosa calle ante la intimidación de la mafia completa.

El comedor debía ser barrido con cuidado a no llevarse aquellos escasos y caóticos momentos felices, que mas que recuerdos eran fabricaciones propias pero eran tan livianos como el polvo que se recogía. Las discuciones y pelambres que se quedaban atorados debajo de las patas de los muebles se tenían que ignorar, nadie era capaz de levantar los muebles, por falta de fuerza o miedo de que saliera lo que con tanto esfuerzo el mueble guardaba. Y eso sí la tele se tenía que tratar con esos sacudidores finulis de pulmas, solo esa es forma de tratar a quien crio y educó a una familia entera, a su corriente manera, pero igual la crío.

Los techos eran difíciles pero se tenían que hacer, talvez no llegaba mucho la peluza, pero ciertamente se llenaba de los sueños rotos, inconclusos y/o decadentes y de esos estaban tapizados nuestros techos. Los closets se podían limpiar con una sola pasadita od os del trapo, no habñia mucho espacio que limpiar, además de que no nos gustaba tratar mucho con los cadaveres de monstruos que ahí habitaban, igual esos se guardan de por vida.

Los baños y los crucifijos se limpiaban con cinismo, diferentes tipos de pero igaul cinismo. A los baños se les lavaba como quién invita a un amigo que diario ve a un evento especial, la cosa es la misma pero uno se siente forzado a aparentar que es especial, igual, lavabamos la misma mierda de siempre. El cinismo de los crucifijos contsaba en que sólo en este evento se les agarraba o ponía atención, como quién invita a un evento especial a un supuesto amigo que jamás ve, y tiene que actuar como si se tratara seguido. Pero este cinismo es más elevado porque uno promete al pedazito de madera y así mismo que le prestará más atención, pero terminamos arrumbandolo por ahí junto con los propósitos de año nuevo; a esos uno ni los tiene que tallar del espejo, solos se vuelan.





[and so it began, coming back from basicsºMaybe you find it VERY familiar, but it was not intended to be a doppleganger]
By I'm the penguin