Del cuerpo y el ser

Posted by I'm the penguin | Posted in | Posted on Tuesday, June 14, 2011

Mi mano es suave
Mi cabeza es impredecible
Mi pie es rosa
Mis dientes son cúmulos de calcio y nervios

(no, no es pésima poesía)
¿Has notado como para hablar del cuerpo usamos posesivos? Cual si fueran entidades externas a aquello que somos, ajenos a nuestra esencia.

Yo no soy mi cuerpo.

Entonces que soy, si no soy mis posesiones. Ciertamente al morir, dejamos de ser, pero el cuerpo permanece, ¿sera entonces que conservamos un sentido heredado de lo ajeno de la corporeidad?

A poco inconscientemente nos damos un trip tal que fracturamos la materia del ser, y asumimos que el cuerpo nos pertenece, pero nosotros lo trascendemos, cual espíritus silfides ante la inmensidad.



Cualquiera podría decir que le hecho crema a los tacos y que solo es cosa del lenguaje. Claro. Pero eso sería todavía más interesante, porque esto significa que nuestra forma de estructurar lenguajes (solo puedo decirlo de los que usan partes del cuerpo con posesivos) está estructurada de tal forma que solo podemos entender un fenómeno una ves que lo analizamos, lo desmembramos, y entonces los asimilamos.

Partimos al cuerpo en partes, las desvinculamos de un todo para que tengan esencia propia. Y esto no es nada del otro mundo, ya perdí la cuenta del numero de posts que le he dedicado a decir que la lógica occidental lo que hace es partir ideas en cachos digeribles, masticarlos y abstraerlos (y tratar de no estreñirse).

Pero aquí no hablo de la construcción social intersubjetiva ni choros del tipo. Hablo de como formamos nuestra visión de nosotros mismos, como es que a pesar de ser, los sesgos con los que vemos al mundo son los mismos con los que nos percibimos a nosotros mismos.

Y esto me lleva a una duda jalapelos, ¿donde acabamos nosotros y donde empieza el mundo externo del que tanto nos (me) gusta hablar? ¿La frontera es el cuerpo?¿ Entonces donde está la mente?


ideas del post robadísimas de un capitulo de Diary of a Bad Year de Coetzee

Comments (2)

Me gusta el cuerpo como frontera: porque las fronteras algo tienen de filo de navaja.

Me gusta el cuerpo como límite, porque en los límites está la verdadera bestia, esperando ser puesta a prueba: ojos abiertos, hocico presto, colmillos decididos.

Me gusta ver al cuerpo como mediador: una Suiza neutral, plena de relojes, de chocolates y de todas esas cosas humanas que nos torturas y nos dan felicidad. Justo como los relojes y los chocolates.

Me gusta ver al cuerpo, mi cuerpo, en el espejo: ahí me miro, envejeciendo cada segundo, me reprocho las arrugas por los desvelos y me aplaudo la esbeltez que me regaló la disciplina del gimnasio.

Me gusta ver al cuerpo como forma y fondo, nos engañamos al pensarlo sólo como recipiente, como un contenedor, como zona limítrofe, como lindero, como el empaque de un producto sorpresa. ¿Qué habrá dentro del cuerpo? ¿Qué habrá? ¿Y si lo abrimos como a la rana del laboratorio de biología?

Me gusta ver el cuerpo de un texto; es párrafos, son letras desparramadas, son ríos, es diseño editorial y es descuido.

Me gusta ver a los cuerpos de paz haciendo lo suyo en el mundo.

Me gusta ver al cuerpo. Y me gusta leer de madrugada, porque el cuerpo está medio rendido y entonces el alma toma posesión, el cuerpo es títere y en la vigilia las ideas triunfan. Me gusta cuando mi cuerpo se hace de la vista gorda, tira la toalla y le dice a las palabras: ok pues, ganaron esta vez.

Estas convos no dejan de sorprenderme: en los bares, en las mesas (vaya, que mesa), en los monitores. ¿Y si despertáramos un día sin ser nosotros, y no sabemos que somos los mismos que ayer se acostaban?